La dignidad de una persona, no solo de la mujer, comienza por reconocerse como parte de la estructura viva y capaz de producir un efecto en la sociedad.
Es aceptar y validar la necesidad de expresar tu relación personal, única e irrepetible frente a los dones o talentos que posees y el derecho en ti misma para ponerlos o no al servicio de quien eliges.
Es también la libertad de elegir el que dar y recibir de acuerdo al valor que tenemos de nosotras mismas como imagen de la Belleza y el Amor que guardamos en nuestro corazón femenino las mujeres y desde el corazón masculino los varones que cada uno es capaz de satisfacer y dar cómo se necesita y recibir cómo nos lo dan.
Si tenemos clara la libertad con la que nacimos de elegir y establecer el límite hasta el cual permitimos a quienes nos rodean que pueden llegar, podemos mostrar un equilibrio entre lo que recibimos y lo que llevamos a que se instale en nuestro corazón y mente.
No es cuestión de merecer o no, de pedirlo y que nos lo den, sino del valor que consideramos que tenemos como persona única e irrepetible capaz de amar y ser amada desde nuestra esencia.
Cuando no conocemos y apreciamos nuestro valor y capacidad como mujer para fomentar el respeto desde la integridad de nuestro ser femenino, es decir cuando no respetas y mantienes un equilibrio y congruencia con lo que sientes, piensas y haces, no solo provocas que quien está a tu lado te desvalorice sino cometes un adulterio, que es lo mismo a cambiar tu misma, la esencia de tu propio corazón, dañándote incluso sin darte cuenta.
Es aquí donde encontramos y podemos descubrir que la dignidad por ser mujer, no depende de lo que los otros piensen o hagan sino del respeto que te tengas a ti misma para ejercer el derecho que se te da de ser respetada a través de tu autodominio al conocerte y saberte que eres desde tu feminidad, un don para quien eliges amar, comenzando por ti misma.
Cuando la mujer se sabe cuidar, respetar y amar a sí misma es capaz de irradiar y provocar eso mismo en quien le rodea y su entorno, obteniendo así no solo mantener y respetar su dignidad sino lograr una realización plena en todo cuanto emprende y realiza en su vida.
Mujer, conocerte, valorarte y apreciarte es el principio para establecer tu dignidad no solo como mujer sino cómo ser humano capaz de conectarte con tu corazón amante y dar gracias por quien y cuanto te rodea como un don especial y maravilloso en tu vida.
No se trata de merecer o no, exigir o no, sino de ejercer tu capacidad de conectar con tu ser mujer lo que hará que recuerdes que eres capaz de sentir, dar, recibir y vivir el amor qué hay en ti encontrando no solo la dignidad de mujer sino la dignidad como ser humano igual a los demás y a la vez única e irrepetible capaz de transmitir las semillas de amor que trae tu corazón.
Vive, actúa, aprende, comunica y ama desde tu corazón de mujer, digna portadora de tu feminidad y tu dignidad así se respetará.
De corazón a corazón,
Karla Maldonado C.